LA DEMOCRACIA Y EL SISTEMA: VOTAR EN LAS ELECCIONES
Vivimos unos tiempos en los que resulta a veces muy complicado encontrar salidas reales en un laberinto mega-blindado, donde cada camino revierte al centro del laberinto con la consiguiente pérdida y olvido del mismo.
Tratándose de la urgencia que activan los últimos tiempos y en atención a la confusión general, rompo mi silencio con la sana intención de aportar alguna luz en este entuerto.
Lo hago desde un ejercicio de expresión avalado por la constitución española, desde luego, pero en nombre de algo que va mucho más allá, que supera todas las leyes escritas sobre un papel, y que hace referencia a algún que otro derecho que viene ya, por definición, integrado en todo Ser Humano, (o no humano), participante temporal de la vida en este planeta o en cualquier otro.
Cada voto al sistema, no importa a qué tipo de partido o consigna se refiera, será un voto para el sistema, pues consta esa cesión de poder como un acto legal a través del DNI, como todos sabemos.
Se vote a quien se vote: nulo, en blanco, con tu nombre propio o un dibujito de mafalda; usas la urna en la que se basa la participación que sustenta, en cualquier caso, al "sistema democrático" vigente.
Dicen que la democracia es el “menos malo de los sistemas políticos” pero es una trampa, ya que el sistema aporta la “democracia” como alternativa de libertad en contraposición con una dictadura, por ejemplo, sin hacer constar que, todo, absolutamente todo, es <sistema>.
Dictaduras, Repúblicas, Democracias, Reinados, Comunismos y hasta Reservas Indígenas son, SISTEMA.
Todo en este mundo es “Un Sistema”, que está por encima
de todo lo demás, e incluye en sí mismo a las guerras,
la devastación del ecosistema, la enfermedad, los desahucios,
las crisis, las drogas, la prostitución, las religiones, los fanatismos,
el paro, el trabajo, el ocio, la moda, las noticias, la educación…
Volviendo al tema que nos ocupa, la lectura final lógica que más preocupa en cualquier ejercicio electoral
-atentos a esto-, siempre es: "con un tanto por ciento de participación...",
y es suficiente el 40 o el 50% de "colaboración ciudadana": repito, -no importa la consigna-, para que "la democracia", es decir, el sistema, quede de nuevo actualizado y revalorizado para otros cuantos años más, con nuestra ratificación voluntariosa del mismo.
Cada voto en blanco o nulo también cuenta y
cada pronunciación en las urnas, cuenta.
todas son útiles para el sistema.
Por descontado, poco importa el color del partido aquí, pues el sistema previene y soluciona cualquier desequilibrio empleándolo después en su propio beneficio. Es más, lo único que importa es la "participación activa", aquella que sustenta la gran parafernalia mediática e ilusoria; el motor mismo de la sentencia inocente de cada pollito de la granja en la que, al final, siempre vota por la preservación de la granja y su inclusión en ella: ambas cosas a la vez.
El más temido de cuantos resultados puedan aparecer tras unas elecciones es: "con un 20% de participación...". Esa lectura equivale a decir: "Damas y caballeros, el sistema carece de respaldo y se acaba de desvanecer en el aire". Por lo que ese dato, desde el temor de la parafernalia del sistema a la no-participación, por parte del sustento imprescindible (el pueblo), como es natural, es lo que nunca se dice.
Por eso es que siempre se insiste tanto en la
"responsabilidad de la participación democrática”.
Por eso se insiste tanto en la participación a secas, votes lo que votes.
Porque importa bien poco.
Voto por cierto que todavía es voluntario en España, pero que en otros países ya es obligatorio, dejando constancia con esta obligación de la ausencia total de democracia, pues el voto democrático solo puede ser un derecho y nunca un deber.
De lo contrario deja de ser democrático y se convierte automáticamente
en la evidencia sin disimulo de un sistema totalitario.
Desde un punto de vista socialmente entendido, cuesta darse cuenta de “a qué le estamos votando en realidad”, ya que no es a ningún tipo de “nada ni de nadie” que vaya a solucionar la vida de nadie ni de nada, ni a mejorar cualquier cosa como muchos creen, sino que tu voto será usado como respaldo legal comunitario para continuar con un juego tendencioso, en el que nadie gana y todos pierden; salvo los oportunistas que se benefician de este inconmensurable montaje trampeado y ridículo; patético y circense que se hace llamar democracia, mientras se come indiferente la vida y las posibilidades de cualquier cosa que pueda relacionarse con ese sonido lejano; perdido y desdibujado que suena más o menos así:
“Humano”; “humano”; “humano…”
Pongámonos serios:
El Ser Humano no es el Ser Humano.
Es un esclavo hipnotizado que cree que no lo es porque vive hipnotizado:
Nace, es sistemática, tendenciosa y tortuosamente adoctrinado; trabaja, pena,
vuelve a penar y muere al final de su recorrido sin otra pena más, ni gloria alguna
que la de haber contribuido con su robótica existencia a ese "sistema-trampa",
que le chupó las entrañas más profundas de su energía vital,
en cada minuto de su existencia...
...Y poco más...
Puede que suene crudo y resulte triste y hasta desalmado decir esto.
Pero representará una parte importante de aquellas "verdades incómodas" que imperan como una sombra en este mundo y quizá va siendo hora de ir reconociendo nuestros horrores...
Perdón, quise decir "errores".
Para calmar las dudas, quede claro que el hecho de no-votar, por sí sólo no solucionará nada, desde luego, porque todo seguirá más o menos igual mientras duerma anestesiada la mayoría. Pero puede ser un pequeño paso que manifieste un gran movimiento hacia adelante, ya que sería un paso consciente para variar.
Nada que ver con la “dejadez del paria”, que no vota porque cree en sí mismo y siente que no-puede-en-conciencia-participar, ya que el paria dejaría entonces de ser el raro, el asocial; el insurgente...
Todos seríamos parias entonces, si, pero conscientes de serlo de una vez por todas.
Y eso ya sería un gran logro. Porque cuatro parias se quedan en eso y poco más, pero algunos millones sueltos cuentan, y mucho, ya que la conciencia se mide por el peso eficiente de la misma, que hasta ahora brilla por su ausencia o queda reducida a la "conciencia del paria”, que para el caso es lo mismo.
Los pocos que han descubierto el pastel de fondo no votarán,
porque ya no pueden hacer otra cosa que conservar su precaria
coherencia, pero muchos indecisos continuarán con el juego,
sin saber que su voto "no es su voto”:
Es su energía de conciencia cedida a todo aquello de lo que se queja,
de lo que se indigna, de lo que hace que su vida no sea su vida...
En definitiva votará, porque le han dicho que elige mientras piensa que es lo único que puede hacer, creyendo a pies juntillas en "su deber ciudadano" y le han dicho, además, que si no vota después no podrá quejarse:
¡Qué ironía!
El voto es un derecho y no un deber. Por lo tanto, el derecho a la verdadera queja solo se adquiere actuando en conciencia con uno mismo; de lo contrario la queja se convierte en "otro deber", que nuevamente será aprovechado como energía de retroalimentación y sostén del mismo sistema, del que todo el mundo se queja, ya que la queja entonces como parte del sistema queda garantizada.
Al fin y al cabo el poder reside en el pueblo y con tu voto por una vez decides en libertad: ¿No?
-Pues no-.
Nada más lejos de la intención del que suscribe hacer apología anti-sistema, ya que el sentido de este artículo es mera expresión de un sentir particular, y como todo el mundo sabe, decir lo que se piensa es muy sano y no hace daño a nadie.
Pues eso, que el mundo se encuentra saludable, consecuente y lozano.
Dulces sueños compañeros de viaje.
- José Vaso -